Cómo cambio todo en tres generaciones
- Kurt Bendfeldt
- 5 may
- 2 Min. de lectura

Cómo en solo tres generaciones, el mundo cambió más que en siglos enteros.
Hubo una época en que la radio reunía a la familia en la sala. El abuelo ajustaba la antena, alguien pedía silencio y la magia ocurría. Las voces narraban historias, noticias o partidos, y eso bastaba. Era todo lo que teníamos, y lo vivíamos con intensidad.
Luego vino la televisión. En blanco y negro primero, a color después. Ver una serie, una película o un noticiero se volvió parte del día a día. Se hablaba de lo que todos vieron anoche. Era el nuevo centro del hogar.
Y hoy… ¿cuántos vemos la misma cosa al mismo tiempo?Vivimos en la era del streaming, del contenido a demanda, de los algoritmos que saben qué queremos antes de que lo busquemos.Ya no necesitamos esperar. Todo está ahí, cuando queramos, donde queramos.
La evolución no paró ahí. La radio ya no se escucha solo en un aparato: ahora vive en podcasts, apps, plataformas digitales. La TV ya no necesita señal: ahora se ve en el celular, en la tablet, en cualquier pantalla. Y el celular… se convirtió en nuestro universo personal.
Tres generaciones atrás, un solo dispositivo hacía una sola cosa: Un teléfono llamaba.Una cámara tomaba fotos.Una agenda organizaba.Una carta llevaba noticias.
Hoy, el teléfono que llevamos en el bolsillo lo hace todo al mismo tiempo.Habla, escribe, graba, transmite, paga, traduce, mide pasos, compra boletos, y hasta nos dice qué pensar si dejamos que lo haga.
Y con eso, también cambiamos nosotros.Cambiamos la forma de comunicarnos, de relacionarnos, de aprender y de emocionarnos.Pasamos del álbum de fotos físico a una nube infinita. De esperar semanas por una carta, a tener un mensaje en segundos. De hacer una llamada desde el teléfono fijo, a mandar un emoji desde cualquier rincón del planeta.
Pero aunque todo ha cambiado, hay algo que sigue igual: La necesidad de conexión. De contar historias. De compartir momentos. De entender el mundo y adaptarnos a él.
El cambio es inevitable. Pero entenderlo, nos prepara para aprovecharlo con inteligencia y conciencia.
Y tal vez el desafío más grande de esta generación no es tener más tecnología,sino saber cuándo apagarla para vivir lo que ninguna pantalla puede darte.
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