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  • Foto del escritorKurt Bendfeldt

En la Sala de Espera


En la sala de espera de la vida, nos encontramos rodeados de un mar de emociones: la ansiedad nos roe, la incertidumbre nos agobia y la angustia nos abruma. Nos sentimos perdidos en un laberinto de problemas y desafíos, buscando desesperadamente respuestas que parecen esquivarnos.

 

Sin embargo, en medio de este caos aparente, hay una verdad que a menudo pasamos por alto: la sala de espera es un lugar sagrado donde Dios teje los hilos invisibles de nuestra existencia. Es en los silencios, en las pausas incómodas, donde Él trabaja en lo más profundo de nuestro ser, moldeando nuestras almas y guiando nuestros pasos.

 

En esos momentos de espera, cuando el tiempo parece detenerse y el futuro es incierto, es fácil perder la fe y cuestionar el propósito de nuestro sufrimiento. Pero es precisamente en esos momentos de oscuridad que la luz de la esperanza brilla con mayor intensidad. Es en la quietud de la sala de espera donde Dios susurra palabras de consuelo y fortaleza, recordándonos que nunca estamos solos en nuestras luchas.

 

Cada lágrima derramada, cada suspiro de angustia, no pasa desapercibido ante los ojos amorosos del Creador. Él conoce cada detalle de nuestras vidas, cada dolor y cada alegría. Y en Su infinita sabiduría, Él trabaja todas las cosas para nuestro bien, incluso cuando no podemos ver la imagen completa en medio de la neblina del sufrimiento.

 

En la sala de espera, aprendemos lecciones valiosas de paciencia, perseverancia y fe. Aprendemos a confiar en el proceso, sabiendo que cada prueba tiene un propósito y cada desafío es una oportunidad para crecer y fortalecernos. Aprendemos a soltar el control y a entregarnos a la voluntad divina, confiando en que Dios tiene un plan perfecto para nuestras vidas, incluso cuando nuestros caminos parecen oscuros e impenetrables.

 

Entonces, mientras esperamos en la sala de espera de la vida, recordemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada paso del camino, sosteniéndonos en Sus manos amorosas y guiándonos con Su gracia infinita. Confía en Su plan, confía en Su tiempo, y encuentra consuelo en la certeza de que Él nunca te abandonará en tu hora de necesidad.

 

En la sala de espera, en los momentos de mayor desesperación, recuerda estas palabras de esperanza: "Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se levantarán con alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán." (Isaías 40:31). En la sala de espera, en los silencios, Dios está trabajando en nosotros, preparándonos para volar más alto y más lejos de lo que jamás podríamos imaginar.



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