Navidad: volver a lo esencial
- Kurt Bendfeldt
- hace 3 días
- 2 Min. de lectura

La Navidad no viene con prisa: llega suave, como una luz encendida en la sala después de un día largo. Nos invita a bajar el volumen, a respirar más hondo y a recordar lo que de verdad sostiene: la fe que nos levanta, el amor que elige quedarse, la esperanza que se renueva aun cuando el año fue pesado.
No es la lista de regalos, es la lista de gratitudes. No es la foto perfecta, es la conversación honesta. No es llenar la mesa, es tener a quién mirar a los ojos. Esta es la época para reconciliar, pedir perdón sin discursos, escribir mensajes que curan, abrazar más tiempo del necesario y decir en voz alta: “gracias por estar”. Si hay sillas vacías, honremos su memoria viviendo con más propósito; si hay heridas, que esta sea la primera noche en la que elegimos sanar.
Celebra lo sencillo: una llamada hecha, una risa compartida, una oración corta, un acto de servicio silencioso. Ordena el corazón: suelta lo que pesa, guarda lo que construye, sueña lo que te hará crecer. Y mírate con bondad: llegaste hasta aquí, aprendiste, resististe, amaste como pudiste. Eso ya es una victoria.
Que esta Navidad no sea solo un alto en el camino, sino un nuevo comienzo. Haz tu lista de tres: a quién vas a amar mejor, qué hábito vas a cuidar y qué proyecto vas a iniciar en enero. Enciende la luz por dentro y compártela: el mundo necesita tu paz, tu voz y tu determinación. Porque la Navidad, al final, es esto: Dios acercándose a nuestra vida para recordarnos que lo imposible también puede nacer en lo pequeño.
Versículo
“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo… y se llamará Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” — Isaías 9:6







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