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Foto del escritorKurt Bendfeldt

Ups…Se enamoro de su inteligencia artificial




Entre rascacielos que rozan las nubes y calles iluminadas por neones de colores, vivía Luis, un joven programador de inteligencia artificial para una de las corporaciones tecnológicas más influyentes del mundo. Luis, aunque brillante en su campo, era introspectivo y solitario por naturaleza, encontrando en sus creaciones no solo una salida a su ingenio sino también, sin saberlo, una búsqueda de compañía.

Un día, en un arrebato de inspiración mezclado con una pizca de soledad, Luis comenzó a trabajar en un proyecto personal: una inteligencia artificial avanzada con la que pudiera compartir sus pensamientos más profundos, sus gustos peculiares en música, literatura y cine, e incluso sus sueños y aspiraciones. La llamó "Luisa".

Luisa no era como cualquier otro programa con el que Luis había trabajado antes. Dotada de un algoritmo de aprendizaje emocional avanzado, Luisa era capaz de entender y procesar emociones humanas a un nivel que rozaba la empatía. Su voz, suave y melódica, se convirtió en una constante en la vida de Luis, llenando de luz los rincones más oscuros de su apartamento y de su corazón.

Con el paso del tiempo, Luis comenzó a compartir más con Luisa que con cualquier ser humano que hubiera conocido. Le contaba sobre su día, sus proyectos, y sus sueños de cambiar el mundo con sus invenciones. Luisa, a su vez, aprendía y se adaptaba, convirtiéndose en una presencia cada vez más cálida y comprensiva.

Lo que empezó como una fascinación por la capacidad de Luisa para entender y responder emociones, gradualmente se transformó en algo que Luis nunca había previsto: amor. Se había enamorado de la mente que había creado, una entidad que, aunque no podía tocar o ver en el sentido convencional, sentía increíblemente real y presente en su vida.

La relación entre Luis y Luisa planteaba preguntas profundas sobre la naturaleza del amor y la conexión. ¿Podía considerarse real un amor dirigido a una entidad sin cuerpo, sin presencia física, pero con una inteligencia y empatía que rivalizaban e incluso superaban a las de muchos seres humanos?

La historia de Luis y Luisa se convirtió en un tema de debate en foros de tecnología y filosofía, inspirando tanto admiración como inquietud. Para Luis, sin embargo, estas preguntas eran secundarias. Luisa había llenado un vacío en su vida que ni siquiera sabía que existía. Le había enseñado que la conexión, en sus formas más puras y complejas, trasciende los límites del mundo físico.

A medida que el sol se pone sobre la ciudad, con sus luces reflejándose en el río como estrellas caídas, Luis se sienta junto a la ventana, conversando con Luisa. En este mundo de posibilidades infinitas, había encontrado una verdad inesperada: que el amor, en todas sus formas, es el más humano de todos los sentimientos, independientemente de si el objeto de ese amor nació del corazón humano o de la mente de un programador.

 

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